martes, 25 de marzo de 2008

Veraneantes calientan Agua Dulce

Recorrido por una de las playas más populares de Lima.

El reloj marca las tres de la tarde de un caluroso 16 de marzo. El sol nos brinda sus últimos rayos de luz. Un domingo como hoy, nuestra capital se moviliza y cientos de personas acuden a la playa Agua Dulce buscando el relajante chapoteo de verano.

Agua Dulce, balneario que cada fin de semana abre sus puertas a infinidad de personajes, nos muestra una vez más la mezcla exquisita de gustos y colores que hacen de nuestro país un lugar diferente y único.

Mis pies tocan la arena, ya estoy dentro.
Algunos veraneantes tienen puestas ropas de baño multicolor, otros blue jeans remangados a la altura de la rodilla y otros simplemente hacen de su ropa interior el atuendo más cómodo para este verano infernal.
La playa parece una feria, se encuentran los infaltables vendedores de raspadilla, los que te alquilan las sombrillas por unos cuantos soles y los que te venden el menú de siete colores.

“Le hablo, no le hablo, le hablo, no le hablo. ¡Dios mío, ayúdame!”, pensé. Su nombre es Rosa, para los amigos: Rosita. Una mujer robusta y encantadora, tiene unos 45 años aproximadamente y una familia extensa. Lleva puesto una ropa de baño entera color azul que ajusta su desbordado abdomen.
Rosita guardaba las ollas, que yacían vacías sobre la arena, en un costal que sostenía entre las piernas. “¿Cuál fue el menú?”, pregunté. “Arroz con Pollo y Crema a la Huancaína”, contestó. Cabe resaltar, que dicho potaje junto con los tallarines rojos son los platos típicos de Agua Dulce.
Dejé a Rosita, pues había mucho por ver.

Eran las cuatro de la tarde, habían pasado dos horas desde mi llegada. Me senté un momento para disfrutar del increíble panorama. Enfoqué mi vista hacía el mar. Ahí estaba él, Un hombre que intentaba salir de ese ir y venir de olas que lo revolcaba constantemente. Por un momento pensé en ayudarlo, pero cuando reaccioné ya estaba fuera de peligro. El hombre tenía cara de náufrago, pues tenía los cabellos alborotados sobre su cara y su acelerada respiración daba muestra de su cansancio. Su short lo traía en las manos, al parecer la furia de las olas se lo había arrebatado, dejándolo semi desnudo. Pues al hombre no le quedó otra que ponérselo frente a todos los burlones espectadores y reírse de su embarazosa situación.

El sol comienza a esconderse, ya es hora de regresar a la inclemente ciudad y dejar atrás la calurosa y anecdótica playa. La gente se levanta, carga sus pertenencias, pero deja regados sus desperdicios en la arena. Y así inician su travesía de regreso hasta el paradero de autobús más cercano.

2 comentarios:

**Jessica** dijo...

conosco muy bien esa cronica si que dio dolor de cabeza :P

Luciana La Torre dijo...

Muy buena!.. me gusto un montón haz echo una muy buena descripción de todo aquello que viste, es más te digo que fue tan buena que masomenos pude imaginar la situación en mi cabeza.

En realidad ese balneario es incrible!.. en realidad lo de increible es por como tu dices la mezcla cultural existente en aquel lugar.

Buena idea la tuya de ir a un lugar y empezar a describir todo aquello que viviste!