viernes, 18 de abril de 2008

Raymundo pa'l mundo

Hoy fue un día de hueco universitario. Un poco mejor que los últimos tres fines pasados. Poco más de media docena de rebecas entre dos personas y seguramente un planetario para la noche. Es hora de regresar a mi hogar.
Javier Prado fue el embotellamiento. Llegó la daewoo blanca. La más barata de la competencia en lo que a universitarios se refiere. Habrá que tomarla. Sus características básicas: Las ventanas cerradas y el provinciano cursi que acompañado de su instrumento músical deleita y entretiene al público.
Encontre asiento. A mi costado una dama que seguramente nota el olor de mi perfume llamado "Ebriedad". Pensé y pensé en el olor desagradable que despedía de mi cuerpo, pero no lo notaba en las facciones de mi compañera de asiento. Hace calor. Falta algo aparte del aire que es tan escaso en este tipo de transporte.

Subió el artista. Cosa rara esta vez. Entró con una china, talvez luca, y manifestó a la pequeña cobradora: "Solo es publicidad". La que reúne el sencillo es trigueña, pelo pintado y no muy agraciada, pues ya las mujeres... están en el negocio.

Según sus palabras orfebre huanuqueño, de camisa lavada en "Ace" o "Magia blanca" y blue jeans sin color ya. Su excusa en el carro: Publicidad. Para mí: Tremenda creatividad.
"Señores pasajeros damas y caballeros", palabras que para él: muy convencional. Su nombre Raimundo. Según él: Para el mundo.
"Muestra en el el Museo de la Nación" su primera mentira, bueno eso creo.
Raro digo pues no entró a vender (por lo menos al principio) "Hoy tengo ganas de regalar" y de aquí llegaron las preguntas que hasta al más inteligente lo hacía caer. ¿Cuál es el animal más parecido al gato?. Tontamente yo: ARAÑA (pensando en la capciosa). Su respuesta: tiiiiii ERROR. Un sin fin más de animales de parte de los pasajeros posteriores y sin ningún acierto. Respuesta: La gata. Claro ni tu te creías tremenda estupidez.

A por cierto el regalo eran miniaturas orfebres, las cuales de cualquier manera, yo, quería tenerlas.
"Segunda pregunta", indicó. Me puse mosca, ahora de todas maneras la hacia. ¿De que color es el caballo blanco de Cristobal Colon?. Respuesta de los de atrás: Algún color seguramente, pues no escuché. Mi respuesta: etee... Cristobal no tenía caballo. Gané. Yeeee!. Un Cupido para mí que rápido anille a mis llaves.

Lo que todo empezó como una publicidad para visitar la "Feria de Orfebres del Museo de la Nación" terminó como la mejor estrategia de venta.
El pintoresco individuo vendía piedras peruanas de colores cuyo nombre era Citrina. Según él, cada color representaba un signo zodiacal. Las piedras eran vendidas con collares que anteriormente había repartido como regalándolos. Su últimas palabras fueron: "Ahora he traído está promoción que nisiquiera en la feria la van a encontrar. Collar más piedra más collarín, todo por el precio módico de cinco soles". Los misios viajantes, universitarios como yo, tuvieron que decir hasta una próxima oportunidad y devolver la cadena, pero el negocio fue todo un éxito entre las demás personas. No tuve ni ganas de contar cuantos eran lo compradores, pero la alegría del astuto provinciano demostró lo fácil que es ganarse la vida solo con creatividad.

Muchas veces nos quejamos que no hay trabajo y nos sentimos mal por eso, pues no es que no haya, sino que no sabemos encontrarlo.

Ahora doy gracias a mí ebriedad por las líneas anteriores porque sin ella, simplemente, no hubiera hecho nada.